La salud mental de las personas se ve afectada por muchos factores sociales, psíquicos y biológicos durante toda su vida. En el caso de los adultos mayores, muchos podrían verse imposibilitados de llevar una vida independiente, ya sea por dificultades de movilidad, dolor crónico, fragilidad u otros problemas mentales o físicos, de modo que necesitan asistencia a largo plazo. Además, en esta etapa vital es más frecuente experimentar adversidades como el dolor por la muerte de un ser querido, un descenso del nivel socioeconómico como consecuencia de la jubilación, o la discapacidad. Todos estos factores pueden ocasionarles aislamiento, pérdida de la independencia, soledad y angustia. El acompañante terapéutico puede trabajar junto al adulto mayor en la aceptación del paso del tiempo, de la enfermedad, de las limitaciones, transitando de mejor manera esta etapa vital.
El acompañante tiene un importante rol en la contención diaria, en la reinserción social del adulto mayor, a veces en un nuevo ámbito como un geriátrico o un hogar de día, y en el reconocimiento y restauración de su autoestima, fomentando una vida sana, activa, sin prejuicios y con mejor calidad de vida.
El trabajo terapéutico tiene en cuenta dos aspectos principales: favorecer la calidad de vida del adulto mayor acompañado, y también trabajar junto a la familia para normalizar los roles familiares Esto es posible brindando también contención, tranquilidad y seguridad a los hijos, quienes muchas veces se sienten que están inmersos en una problemática difícil de abordar o sin solución. Por eso la función del acompañante terapéutico es fundamental tanto para conservar, incrementar y restaurar la calidad de vida de los adultos mayores, como para intentar dar continuidad de normalidad a esa familia que puede encontrarse en un estado de total incertidumbre frente a la situación que le toca atravesar.